De la fina lluvia al manguerazo
"Una escuela como la que tenemos sólo puede generar nacionalistas cerrados y xenófobos, y que además están desconectados de la realidad de la sociedad (muy diversa en Cataluña)"
La práctica totalidad de los regímenes totalitarios que hemos visto en la historia humana siempre han tenido la misma ambición: conseguir que su población se fuese modelando como si fuera arcilla para convertirse en lo que en el imaginario del tirano de turno consideraba más adecuado para sus fines. Ningún déspota que se precie de tal nombre ha renunciado a ello, ni ha dejado pasar la ocasión de utilizar la escuela para alterar la realidad histórica y social que percibe en niño para, con más o menos sutileza, introducirle la percepción de la realidad que el déspota quiere.
Ningún régimen ni ideología de
corte totalitario escapa a dicha tentación, y, evidentemente, tampoco lo ha
hecho el nacionalismo catalán (ideología totalitaria que pretende impregnar
todos los ámbitos de la vida en Cataluña). Dicho nacionalismo, que es capaz de
unir en una foto al anarquista más antisistema, a un obispo casi carlista con
su novia satánica y a empresarios cincoporcientados de todo pelaje, pasando por
todo un abanico de personajes de lo más variopinto, se fundamenta en una única
idea: todas las ideas, conceptos, percepciones tienen que tener una capa de
pintura ideológica en forma de catalanismo.
Puedes pensar lo que quieras,
pero siempre sin discutir que existe una especie de Cataluña supraterrenal, que
está por encima de todo y que existe desde la época de los dinosaurios, que
tiene derechos colectivos que pasan por delante de cualquier derecho y que
permiten cercenar las libertades individuales de los habitantes de Cataluña
para que éstos se adapten a la idea que el nacionalismo tiene de cómo debe ser
su Cataluña ideal (alejada de la real).
Ciertamente, el nacionalismo ha
creado una fantasía histórico-jurídica en forma de ladrillo ideológico que
pretende incrustar a ladrillados en todas las demás ideologías y pensamientos,
sin importar que ello cause las más variadas contradicciones, y en muchos
casos, sorprenda a todo aquél forastero que examina los productos del alicatado
doctrinal nacionalista.
Y dentro del gotelé social al que
nos tienen acostumbrados los nacionalistas (y que llevan más de cuarenta años
implementando) juega un papel clave la escuela, que, ante la inacción de un
Gobierno de España que está más perdido en este tema que el Barco del Arroz
(cuando no hace directamente de cómplice) se ha convertido en la hormigonera
que usa el nacionalismo para ir mezclando todo lo que puede con su pringue
nacionalista.
Empezaron con una lluvia fina en
los años 80, metiendo poco a poco sus supercherías en los libros de texto y han
acabado dando auténticos manguerazos intelectuales a los estudiantes y desde
todos los frentes. Todas las asignaturas se están convirtiendo en pequeñas
lanzaderas nacionalistas donde éstos hacen creer a los niños que su mundo
imaginario (Països Catalans) es real y no está en la Tierra Media.
Limitar la geografía a estudiar a
la propia de la Autonomía (ya se sabe, el Ebro se genera espontáneamente en la
línea que separa Lérida de Aragón, y el rio Ter o Llobregat son los ríos clave
del planeta), estudiar capitales de comarcas con menos población que algunas
manzanas de Madrid y ni mentar las capitales de Provincia de España, o estudiar
la historia de Cataluña separada de la de España y con versiones cuanto menos
curiosas de los eventos históricos (hablar de la Guerra Civil como si fuese una
guerra entre Cataluña Y España, entre otras lindezas) son sólo algunos de los
ejemplos de lo que pasa en la escuela (y ya sin entrar en el hecho de pretender
que la escuela sea monolingüe en catalán, creando un ecosistema irreal que nada
tiene que ver con la Cataluña real).
Ciertamente, mientras sigamos
tolerando que los nacionalistas puedan reescribir todos los libros de texto de
nuestras escuelas (cualquier día alteran hasta las matemáticas) y mientras el
Estado siga felizmente en la inopia, seguiremos teniendo los mismos problemas
de siempre, pero cada vez más agudizados. Una escuela como la que tenemos sólo
puede generar nacionalistas cerrados y xenófobos, y que además están
desconectados de la realidad de la sociedad (muy diversa en Cataluña). Y todos sabemos
lo que ocurre cuando se llena la sociedad de gente de ese pelaje y con visiones
tan distorsionadas de la realidad que, además, se aderezan con supremacismo. Es
la receta de un pastel que no ha traído nada bueno donde se ha horneado.
Ángel Escolano es presidente de Convivencia Cívica Catalana
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