El primer psiquiatra argentino que describió a los psicópatas.
El Rincón de Góngora
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Se tendrá que ir con cuidado y este artículo nos hace reflexionar
¿Alguna vez se cruzó en
la vida con un ser brillante, de conductas excéntricas, de gran poder de
seducción, que terminó siendo un manipulador, egoísta y lo llevó al colapso
psíquico? Pues no se sienta especial. Usted (varón o mujer) se ha relacionado
con uno de los 1.200.000 psicópatas que se calcula que hay en el país, y salir
de sus emboscadas emocionales no es tarea fácil.
El número no es caprichoso.
Quien explica que se estima que el 3% de la población posee rasgos de
psicopatía es el doctor Hugo Marietan, especialista en este tipo de
personalidades y el primero, en Argentina, en investigar a estas personas y
describir sus rasgos. El psiquiatra y docente de la Universidad de Buenos Aires
(UBA) ha dedicado parte de su carrera a estudiar, describir y escribir acerca
de lo que él mismo llamó "el psicópata cotidiano".
Se trata de
varones y mujeres con características y necesidades especiales con respecto al
poder, que terminan siendo nocivas para los que se vinculan con ellos, pero
-aseguró el especialista- no son enfermos, aunque probablemente terminen
enfermando a los que resultan ser "sus complementarios".Marietan es
uno de los profesionales más consultados por los medios en los casos de
femicidios, pero él aclara que un psicópata no necesariamente es un asesino o
ejerce la agresión física. Por esto, él se refiere al "psicópata
cotidiano", como un ser adaptado a la sociedad, que sin embargo, elige a
un complementario (o complementaria) para ejercer el poder.
En esta entrevista,
Marietan describe cuáles son las rasgos de personalidad de estos sujetos, como
también aquellos con quienes se vinculan.-¿Cómo comenzó su trabajo como
psiquiatra?-En un principio, estudiaba la esquizofrenia y la depresión
siguiendo la vieja escuela argentina , que es muy prestigiosa en todo el mundo.
Trabajaba en base a la observación de los pacientes, no guiándome por marcos
teóricos de libro. Estudiaba transitando los pabellones del hospital Borda y
del Moyano. Siguiendo el método que se basa en la clínica y verificación, pero
con el paciente al lado. Era médico de hospital, pero a la vez tenía mi
consulta privada.
-¿Qué lo llevó a especializarse en psicopatía?-Fue por un caso
en particular que tuve en mi consultorio a principios de los '90. Me vino a
consultar una mujer con síntomas de depresión. Con el mismo tono monocorde,
comenzó a hablarme de su marido, un abogado penalista muy brillante. Me cuenta
que el esposo de vez en cuando la golpeaba en la cabeza, cuando ella no hacía
lo que él quería. Lo hacía en un lugar que no dejaba marcas. Comencé a escarbar
en esa relación.-¿Qué descubrió?-El hombre no sólo la golpeaba en la cabeza,
sino que llevaba a su casa a los clientes que tenía, sujetos con apodos como El
Dedo o El Hueso, degolladores, asesinos de todo tipo. Ellos se sentaban a comer
con la familia, con los hijos de ambos. Cuando yo le preguntaba cuáles eran las
razones por las que el marido hacía eso, ella respondía que esos eran sus
clientes, para él era algo normal. Lo que me asombró es que ella era ama de
casa, cuando en verdad tenía el título de abogada, y según me relató, había
sido una brillante alumna en la universidad, incluso le ayudaba a estudiar al
marido, que en las épocas de estudiantes no era bueno en la facultad.
-¿Ese fue
su disparador?-Con ese caso me cambió la cabeza, yo tenía frente a mi a una
mujer brillante, a la que no le era permitido ejercer la profesión. Me contaba
que él era infiel. Ella iba, lo buscaba donde estaba con las amantes y les
golpeaba la puerta hasta que se cansaba. Después él llegaba como si nada y ella
le tenía la comida lista. Ella decía que él llegaba tarde porque "era
inspector de boliches".-¿Cómo siguió?-El caso fue un desafío para mí, me
puse a pensar "esta no es una relación neurótica ni psicótica ni
borderline. Fui a consultar con psicoanalistas, pero no me aclararon mis dudas.
Me puse a leer libros en alemán y francés. Hasta que pensé que yo me estaba
enfrentando a algo que no estaba descripto.
Me puse a estudiar y llegué a
descubrimientos propios.-¿Cuáles fueron esas conclusiones?-La complementaria es
aquella persona que puede convivir con el psicópata cotidiano, puesto que tiene
una tolerancia impresionante a aceptar aberraciones conductuales de su pareja.
Ella obtenía cosas de él. Es la persona que se puede decir, "me destrata,
me descalifica, pero creo que él va a cambiar", las complementarias
siempre tienen la ilusión del cambio.-¿A partir de este caso comenzó a
desarrollar sus investigaciones?-Fue el punto de partida, luego abrí una página
web donde las personas cuentan sus casos, y también hay experiencias de
pacientes que yo atendí. En un principio, los clasifiqué de cualquier manera y
en verdad eran psicopatías.
En 1998 empecé a publicar formalmente mis trabajos.
Los españoles se interesaron mucho en mis investigaciones.-¿La psicopatía es
una enfermedad?-No es una enfermedad. El psicópata es un ser distinto. Tiene
necesidades especiales, relacionadas con el poder, en todos sus estamentos.
Puede encontrarse en el ámbito empresarial, político, militar, en los clubes,
en distintos estamentos de poder. Pero también pueden querer ejercer el poder
dentro del ámbito de su familia. Sin embargo, no tienen por qué ser seres
extraños ni asesinos seriales, muchas veces se los percibe como personas
comunes, adaptadas a la sociedad.
-¿Cuáles son sus características principales
en el trato con las personas que usted califica de complementarias?-Lo que
caracteriza la relación de los psicópatas con sus complementarios es la
cosificación. Le quitan al sujeto sus atributos de persona, siempre trabajan para
sí mismos, son egoístas acérrimos. Ellos siempre quieren tener razón. La culpa
no es de ellos cuando algo sale mal, pero sí es de ellos el crédito cuando los
resultados son buenos. -¿Emocionalmente, cómo se muestran?-Su gama de emociones
es baja. El amor, la ternura, la solidaridad, la empatía, el cuidado, la culpa,
el remordimiento, la angustia, no existen en su psiquismo. El psicópata es un
ser sin angustia. Básicamente, manejan dos emociones: una es el entusiasmo. Se
entusiasman y son capaces de trabajar 24 horas sin dormir para concretar un
proyecto. La otra es la ira, tienen grandes ataques de ira cuando no logran
satisfacer sus necesidades.
-¿Cómo describe a un o una complementaria?-El
complementario de un psicópata es un neurótico. Ellos (o ellas) son personas
con una falla, acotamiento o estrechez en su libertad interior. Quieren hacer
cosas y no se animan. Son, en general, personas cobardes, con miedos o temores
a distintas circunstancias de la vida. Tienen poca libertad de acción. Los
psicópatas, por su parte, no tienen prejuicios, inhibiciones, represiones, ni
angustias. Lo que sucede en este tipo de relaciones es que el psicópata toma al
complementario y lo estimula a seguirlo. Uno de los ganchos que tiene es que el
neurótico cree que al lado del psicópata va a poder concretar todos los
proyectos que sólo no puede, que no se atreve a realizar.
-¿Quien se relaciona
con un psicópata es una víctima?-No lo es, por eso yo los describo como
"complementarios". La víctima huye de su victimario, trata de ponerse
a salvo. Una víctima jamás busca a su victimario. En cambio, el complementario
se le pega, lo busca, ya que obtiene algo del psicópata: seguridad, beneficios
económicos, ampliar su libertad interior... -¿De qué manera se sale de este
tipo de relaciones?-Para el complementario, la única solución es el contacto
cero. No ver ni hablar ni relacionarse de ninguna manera nunca más con el
psicópata. Si no la relación nunca termina.
-Por último, ¿en todos los casos de
violencia de género se dan este tipo de relaciones?-No necesariamente. En el
caso de los varones que ejercen violencia hacia las mujeres, muchas veces
sucede que el agresor se arrepiente, para luego volver a comenzar un nuevo
período de buena relación, hasta que ocurre otro episodio de violencia. Pero en
el caso del psicópata, el arrepentimiento no existe. No se arrepienten porque
no sienten culpa.
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