El recordar por Ana María Torrijos.
El Rincón de Góngora
Grandes Mujeres
Ana María Torrijos
Somos seres vivos, pero
hay algo en nosotros que nos distingue de todos los demás a pesar de lo que
quisiera el colectivo PACMA, que tanto reivindica los «derechos» de los
animales. Distintos porque hemos desarrollado una serie de cualidades que nos
hacen únicos, diferentes, capaces de elevar los rasgos de la animalidad a unas
alturas humanas maravillosas. El mirar el largo camino recorrido nos permite
ver y valorar los avances conseguidos aunque en ocasiones parezcan estar
estancados y reprimidos por los ramalazos que nos dan de vez en cuando nuestros
instintos.
Esta sensación de seres
especiales no puede ser un elixir afrodisiaco que adormezca en nosotros el afán
de desarrollar la solidaridad para con los demás, de saber hacer nuestras las
alegrías y los sufrimientos del resto de los ciudadanos. Se nos ha notificado
la detención de un muy conocido dirigente de ETA, con paradero desconocido
desde hace bastantes años, huido de la justicia. Josu Ternera ordenó atentados
con gravísimas consecuencias, truncó la vida de muchas personas entre las que
hay que destacar con gran dolor a niños inocentes. Seres humanos que iniciaban
su primera etapa y empezaban a descubrir lo que era ser amado, ser mimado, ser
atendido. Un tramo de la existencia en la que se aprende el bien y en dónde
está el mal. Ellos conocieron de la manera más brutal el odio. El odio les
quitó su futuro, el odio les privó de jugar, de reír, de llorar, de ir a la
escuela, de ser niños, de creer en su grandeza como personas, en su dignidad y
en su pequeñez ante la inmensidad del universo.
Una sociedad que corre
un velo sobre aquellos tremendos sucesos no merece un presente venturoso y es
eso lo que parece sucedernos.
El más claro exponente
de la sima en la que hemos caído es lo que ha sucedido en el Congreso de los
diputados al principio de la legislatura. La toma de posesión de la mesa y de
los escaños del hemiciclo con el correspondiente juramento o promesa de los
diputados, ha sido un esperpento. Un carnaval de actitudes, de soflamas
disparatadas, de gestos estriónicos y sobre todo estudiados para afianzarse en
posturas anticonstitucionales, todo un reto chulesco. Una retahíla de lo más
ofensivo a la soberanía nacional.
Los máximos
protagonistas del primer día de la Cámara eran los incusados por un delito
gravísimo, el que puede realizarse contra la democracia, un golpe de Estado. La
solemnidad del acto requería respeto pues los diputados a través del voto de
los ciudadanos estaban allí para acatar la Carta Magna, pero se convirtió en un
cenagal, en el que el barro pastoso eran las frases pronuncidas y no ajustadas
a las normas que rigen nuestro sistema político, la monarquía parlamentaria
liberal.
Algunos clamaban por la
República, otros mencionaban el fatídico 1 de octubre, día del pseudo referéndum
unilateral en Cataluña, otros recordaban a los presos políticos, blandían el
imperativo legal y así varias y sugerentes frases muy alejadas de lo que dicta
la norma parlamentaria, y como contrapunto, el pataleo en los escaños. Pero lo
más fatídico fue la ausencia efectiva del que debe velar por la normalidad en
ese lugar de referencia de la soberanía nacional, la presidencia recien
nombrada por los pactos interesados de los que desean romper el normal
funcionamiento político de una democracia ya consolidada y de ahí, su falta de
liderazgo frente a las proclamas retadoras de los enemigos de la Nación que no
son otros que los nacionalistas y los populistas.
Un panorama nada
tranquilizante a pocos días de las elecciones del 26 de mayo. No son unos
comicios más, son un reto a la convivencia y al acatamiento de la ley recogida
en la Constitución de 1978. Según sean los resultados, la normalidad
establecida en el referéndum de su aprobación, puede verse alterada. El
recuento de las papeletas emitidas lanzará un suspiro de esperanza o por el
contrario nos hundirá en un abismo de difícil retorno.
Si nos consideramos una
sociedad madura, capaz de valorar todo lo que nos ha brindado la apuesta
política, sabremos responder al gran reto de los comicios. Un momento clave
para intuir lo que necesita nuestro tablero de juego: Un peón a punto de ser
monigote de los usurpadores de la soberanía y ser destruido o una torre para
que desde sus almenas marque el avance del rey y consiga el jaque mate
definitivo.
Un voto para defender
la Carta Magna, los derechos ciudadanos, el respeto de la ley y la estabilidad de
la Nación española, el camino de la libertad.
Ana María Torrijos
Fuente: Escritora en Espanya i Catalans
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