El Beato Mariano Mullerat Soldevila y los mártires de Arbeca (Lérida).
El Rincón de Góngora
Javier Barraycoa
Mariano Mullerat
El próximo sábado 23 de
marzo se celebrará en la Catedral de Tarragona la beatificación de Mariano
Mullerat Soldevila. Nacido en Santa Coloma de Queralt, de padres muy religiosos
y huérfano de madre a sus pocos años, fue uno de los fundadores de la Juventud
Tradicionalista de su villa natal.
Siendo estudiante de bachillerato ya colaboraba en “El Radical” de Reus
y “El Correo Catalán”, mostrándose infatigable propagandista. Llegó a Barcelona
para estudiar medicina, afilándose inmediatamente a la Agrupación Escolar
Tradicionalista, tomando parte activa en todos sus actos públicos. Fue
rápidamente reconocido como un joven decidido e íntegro, capaz de actuar en
todas partes y en cualquier momento.
Tampoco se amedrentaba
ante los profesores anticlericales de la Universidad. Contestó, por ejemplo,
con contundencia, al Dr. Fuset cuando desde su cátedra negó la Virginidad de la
Inmaculada. Con la protesta del Mariano Mullerat, se ocasionó una sonada
disputa en la universidad que llegó a las manos entre los defensores del dogma
y los laicos detractores. Aun así concluyó su carrera de medicina con las más
brillantes calificaciones. Su destino profesional sería la leridana villa de
Arbeca. Ahí formó una cristianísima familia que nunca se sentó en la mesa sin
bendecirla, rezando en común diariamente el santo Rosario. Comulgaba
frecuentemente. Su casa era como un santuario donde se rezaba, daba gracias a
Dios y se socorría a los más necesitados del pueblo. Supo alternar su
participación como seglar en la parroquia y las cofradías del pueblo, con sus
deberes políticos. En Alberca ejerció el cargo de alcalde siete años. Desde el
gobierno municipal cambió totalmente la fisonomía material y espiritual del
pueblo. No toleró la blasfemia, entronizó el Sagrado Corazón de Jesús en el
Ayuntamiento, asistiendo al frente de éste a las solemnidades religiosas; fundó
y dirigió un periódico local, científico y religioso, convirtiéndose en el
personaje más prestigioso entre los vecinos.
Pero llegó la República
y después el 36. Y hombres como él eran los que estaban sentenciados de
antemano. Su hija la Hermana María Dolores Mullerat Sans, de la Comunidad de
Hermanas Dominicas de la Anunciata de Arbeca, recordaba esos tiempos. Cuando
los republicanos obligaron a retirar los Crucifijos de las escuelas, él compró
varios y quería que sus hijos los llevaran colgados al cuello para demostrar
que Jesucristo permanecía en la escuela en el corazón de los niños. Luego llegó
el 36. Primero los milicianos le obligaron a que entregara todo su dinero ahorrado
en el banco con la amenaza de que: “si no firmas bien aquí mismo te levantamos
la tapa del cerebro”.
No tardó en circular
por la villa el rumor de que él sería el primero en ser ejecutado. Desde ese
momento ya se puso a rezar por sus futuros y aún desconocidos asesinos, y
manifestaba a su familia su deseo de morir gritando “Viva Cristo Rey”. En esos
aciagos y tensos días, antes de salir de su domicilio, ante un Crucifijo y en
compañía de una cuñada, un religiosa Dominica, rezaba la oración de preparación
para la buena muerte.
Finalmente, en la
madrugada del día 13 de agosto de 1936, fue detenido en su casa por el comité
de milicianos. Con gran paz, se despidió de sus familiares y el último beso que
dio fue a la citada imagen del Santo Cristo, que estaba especialmente
indulgenciada para la hora de la muerte.
Lo subieron a un camión
junto con otros cinco infortunados compañeros carlistas: Lorenzo Segarra Pau,
Manuel Pont Gras, Juan Gras Navés, José Sans Balcells, Lorenzo Vidal
Ximenos. A ellos sumaron dos carlistas
más, Jaime Argilés Marés y Jaime Pau Verdés, traídos exprofeso de la población
cercana de Fugeda. Todos fueron maltratados bárbaramente, mientras que Mariano Mullerat les exhortaba:
“Recemos a Dios, que las horas de nuestra vida están contadas”. Así, juntos se
pusieron a rezar el Acto de Constricción. La Providencia aún dispuso que en
esos postreros momentos nuestro beato pudiera demostrar su caridad para con los
enemigos. Durante el trayecto, a un miliciano se le disparó accidentalmente el arma
quedando herido. Mariano Mullerat que siempre llevaba encima instrumental
médico de primera necesidad, tuvo el gesto de curar a uno de los que iba a ser
su verdugo.
No hubo siquiera
simulacro de juicio.. El camión paró en el Kilómetro 3 de la carretera de
Arbeca a Borges Blanques donde los bajaron. Ahí mismo Mariano Mullerat fue
asesinado junto con sus compañeros. El grupo de asesinos lo formaba unas
setenta personas que se regocijaban con las muertes. Hasta tal punto
despreciaron a los ejecutados que, estando aún moribundos, los rociaron a todos
con gasolina para ver arder sus cuerpos. Por un testigo sabemos que las últimas
palabras de nuestro mártir fueron: “Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu”. Moría a los 39 años de edad y sus cenizas fueron depositadas en una
arqueta en el centro de un monumento funerario de piedra, en el mismo lugar de
la ejecución. En él hoy se puede leer la siguiente invitación: “Viandante, una
oración por los que aquí fueron inmolados por Dios y por España el día 13 de agosto
de 1936”.
Por Anotaciones Javier Barraycoa:
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