Ofender los símbolos de todos no puede salir gratis, por Javier Megino.


El Rincón de Góngora

Escritores


Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans

Una consecuencia de la debilidad que muestran las instituciones a la hora de poner en valor el sentimiento patrio es, sin duda, que cualquiera pueda reírse de nuestros símbolos casi con impunidad y con toda la chulería del mundo.
Pero ese tipo de conducta, que en la mayoría de países seguro tendría otra respuesta, no debe sorprendernos lo más mínimo a nosotros, los españoles. No es más que el coste de vivir en un país en el que silbar su himno, quemar fotos de la Jefatura del Estado, humillar la bandera de todos o, sencillamente, mofarte o insultar a los ciudadanos en sus reivindicaciones constitucionales, es comprendido y aceptado.
Es cierto que ahora esa denigración de lo español es más fácil, al verse respaldado el odio a España por una parte de la población, populista de palacete o secesionista, que se siente crecida y cuyos representantes, por el narcisismo ególatra de una persona, mantienen la sartén por el mango. Pero tampoco podemos decir que, con otros gobernantes, la defensa de los valores patrióticos fuese del todo la idónea o esperada. Esperemos que hayan aprendido la lección. Sea como fuere, la mayoría de los políticos españoles parece que actúen debiendo algo a las minorías rupturistas y avergonzándose de la nación que representan. Da la impresión de que van con pies de plomo, acomplejados y carentes del orgullo que supone defender, por encima de todo, a la gran nación que nos une y que somos. Pero esto cambiará, es cuestión de tiempo.

En lo relativo a la existencia de impresentables en la vida social, no debemos perder de vista que es algo común y corriente en cualquier punto del planeta. Pero sí debe sorprendernos que, en España, exista tal cuota de relevancia y presencia mediática, dando minutos de programación a cualquier bufón que se ría de nuestros símbolos. Esto podría merecer una temporada completa de “Cuarto Milenio”.
Nuestro ecosistema de comunicación de masas, en el que se ha permitido y fomentado su escoramiento ideológico desmedido, en favor de los que ríen las gracias a los que están en contra de la institución monárquica, de los que siguen anclados en el guerracivilismo, de los que sienten frustración por no haber sido elegidos en las oposiciones a sepultureros de sus pueblos o, para colmo, de los que no quieren ver actos violentos donde existen, si así se condiciona a la población y a los jueces en sus decisiones, da mucho repelús.
Hemos de lograr que el periodismo base su trabajo en el derecho a informar y no al de colorear, puesto que supone un agravio superlativo ver como mucha audiencia, que se cree lo que dicen o hacen por la tele, enfoque situaciones de forma adulterada y modulada al son de lo que quieren los perroflautas que controlan muchos programas televisivos.
Es inolvidable para cualquier español, que sea educado y respetuoso, la penosa imagen de un payaso mocándose en la bandera nacional. Y, ya que no hay valor suficiente para expulsiones, ni coraje para sanciones o expedientes, nos queda reconfortarnos con la huida de marcas publicitarias que no quieren verse relacionadas con quienes hacen negocio ofendiendo nuestros símbolos ante las cámaras.
Mi escrito de hoy no merece más tiempo. De tal palo, tal astilla. Si papá fue colaborador municipal con separatistas, no debe sorprendernos el comportamiento del hijo. Somos los españoles los que debemos recordar y aprovechar los carteles de los bolos de ese tipejo para quitarnos el barro de los zapatos o recoger las cacas de nuestras mascotas.
Javier Megino
Escritor de Espanya i Catalans

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